A partir de finales del siglo XIX el imperialismo se caracterizó sobre todo por la dominación económica impuesta por las potencias sobre naciones inferiores a éstas, ya que la dominación política cada vez fue más puesta en duda. Reino Unido y Francia se convirtieron en importantes potencias imperialistas, extendiendo sus dominios por África y Asia, y utilizaron diferentes formas de dominio colonial: concesiones, protectorados y colonias
